MINAR EL MAR

La sal es el mar, la roca, el sol y el viento.
Esta sincronía de fuerzas naturales, generan lugares mutantes en un ciclo permanente por estaciones, que alternan las mareas y la costa, y en donde la persona se encuentra en el medio con este mineral, dibujando las geometrías que definen este nuevo paisaje.
El salar como paisaje es producto de un aprendizaje de la mirada, pero ¿qué implica pensar en un paisaje extractivo contemporáneo? ¿cómo surge, se desenvuelve y se estetiza?
La configuración de ese territorio como paisaje se da a través de las huellas de sus procesos extractivos que dan cuenta de las dinámicas sociales, económicas y ecológicas de la región.
La tradición de minar el mar impacta en las naturalezas del lugar imprimiéndole características antrópicas que desembocan en una herencia que se convierte, con el paso del tiempo, en patrimonio, consolidado en el imaginario popular e identitario y presente en diversas formas de representación.

La experiencia en el lugar y el trabajo colaborativo a distancia nos genera inquietudes:
¿Cómo acceder a una territorialidad y materialidad sensible en diferido?  ¿Cómo expresar o comunicar esa fenomenología?
Para ello, recurrimos a la memoria, al diálogo[1], a materialidades relativas, a aproximaciones visuales, al archivo y a una dimensión lúdica para integrarlos. La utilización de las materias y permeaciones con ellas, como por ejemplo, el frottage o pequeñas extracciones, pretenden una acercamiento fenomenológico con un territorio que puede ser compatible con alguno de características similares en la memoria y apegos colectivos del público.

Este conjunto de piezas es un intento por acercarnos a este territorio particular, a imaginar y pensar este producto de la acción humana que articula fuerzas naturales y hace posible que llegue a nosotros, como si fuera un modelo menor de este paisaje, cotidianamente. La sal como un paisaje presente en nuestra salivación, nuestro apetito, en nuestra digestión y nuestra sangre, producto de ese pulso natural, antiguo y constante que sedimenta lugares límbicos, genera mineros de agua y que nos hace consumir el rastro del mar.

[1] El proyecto es producto de una residencia artística (Galería Hasy www.hasy.fr) que la fotógrafa Leslie Searles realizó en los salares de Le Pouligen (FR) en la cual genera un cuerpo documental fotográfico que posteriormente es compartido con Alejandro Jaime en Lima y que, a través de diálogos y ensayos, son intervenidos de manera conjunta para esta exposición.

Extraire la mer 

Le sel est la mer, la roche, le soleil et le vent.

Sur ce territoire, cette synchronie de forces naturelles engendre des lieux mutants dans un cycle permanent. Au fil des saisons alternent les marées sur la côte et l’homme grâce au sel, dessine des géométries qui définissent de nouveaux paysages. Le marais salant comme paysage implique le fait de penser à un paysage d’extraction contemporain. Comment surgit-il ? Se développe-t-il ? et s’esthétise-t-il ?

Ce territoire comme paysage s’offre à travers les (marques, traces, empreintes) de ses (processus, procédés) d’extraction qui rendent compte des dynamiques sociales, économiques et écologiques de la Région. La mer impacte les éléments naturels, ce qui débouche sur un héritage qui se convertit, le temps passant, en un patrimoine, consolidé dans l’imaginaire, populaire, identitaire et présent sous diverses formes de représentations.

L’expérience sur ce lieu de travail collaboratif lors de la résidence de deux mois a permis d’accéder à une territorialité et une matérialité sensible. Nous recourons à la mémoire, au dialogue, à des matérialités relatives, à des approximations visuelles, aux archives et à une dimension ludique pour les intégrer. L’utilisation des matières et de leurs porosités, comme par exemple, le frottage ou de petites extractions visent une approche phénoménologique d’un territoire qui en rappelle un autre, aux caractéristiques similaires, dans notre mémoire. Ce paysage local active une mémoire, à distance, des paysages péruviens. 

Cet ensemble de pièces est une tentative afin de nous approcher de ce territoire particulier, d’imaginer et de penser ce produit de l’activité humaine, qui articule des forces naturelles et rend possible qu’il vienne à nous comme si c’était un modèle réduit de ce paysage. Le sel comme un paysage présent dans notre quotidien, notre appétit, dans notre digestion et notre sang, produit de cette pulsation antique et constante qui sédimente des lieux, génère des mineurs d’eau et fixe l’empreinte de la mer.